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Cross-paseo flowerpower: al running con humor.

Corredores de la ribera del Ebro, a mí no me engañáis. A los que paráis en los tramos escondidos, metéis barriga cuando pasan chicas, mentís sobre vuestros tiempos, las rodillas no os dejan ser supermanes, echáis las tripas esperando “One day will be the day”, os digo: TODAY IS THE DAY. Romped las cadenas de vuestros pulsómetros y venid conmigo al país de corrrocomoquierosegúnmepidelcuerpo, concentraos en lo importante, os doy opciones: mirar a las chicas/os y darles un buen repaso, seguir el ritmo de la canción según te plazca, parar cuando ves un perrito ay que monoooooooo, dejar que el atardecer te abrace, preguntarte dónde se habrá comprado esa chica esas leggins rosas tan monas aunque sepas que no te quedarían bien, envidiar a los que se besan, escuchar a tu cuerpo, que nadie te dice que correr
no es llegar, sino sentirse fuerte y libre, que puedes parar básicamente cuando te dé la gana sin que por ello recibas un castigo divino, que no es obligatorio el uniforme fosforito-apretado decathlon, que no tienes que demostrarte nada a ti mismo, que puedes encontrarte a alguien y quedar para una caña, y que el viento en la cara, dejar que te guiñen el ojo y el color del Ebro ese día es tan importante en todo esto como los estiramientos de después. Que los tiempos (como el tiempo) es relativo, y el cuerpo ya es perfecto si lo mira alguien que te quiere, y si no pues k-l-den. Que lo importante no son los objetivos, sino ser feliz. Corredores de estar por casa, TODAY IS YOUR DAY. Hay esperanza para vosotros, se llama cross-paseo flowerpower y lo practicamos aquí, en Reyeslandia.

Mi abuela y la operación bikini

De cómo tendría que explicarle a mi abuela la operación bikini y que la gente corre sin huir de nada. El otro día un dietista decía que no comieras nada que no comiera tu abuela. Mi abuela, genio y figura (pero sobre todo genio) murió casi a los cien y nunca entendió que a los cabellos rizados de mis hermanas les echáramos algo para que, en vez de peinados y estirados como Dios manda, parecieran despeinados. Me imagino con ella en el supermercado, en la sección de leche, que ya no hay que hervir, que ya no tiene nata, y que además le quitan todo para volverle a poner cosas raras que dicen que necesitamos. El yogur normal ya no existe, lleva tropezones de cosas extrañas o no lleva nada porque si no engorda, y además le ponen ya azúcar o miel para que no tengas que tomarte la molestia de echarlo. Entre explicación y explicación, ella pondría brazos en jarra y (exabrupto). Luego iríamos a dar un paseo por la ribera y vería gente corriendo, y me diría si les persigue alguien, y le tendría que explicar que no, que lo hacen por deporte. Ella (exabrupto) diría que si hubiesen estado trabajando en el campo todo el día como hacía ella no les quedarían ganas. Vería a las chicas con las leggins de running apretadas y (exabrupto), que si no
llevaban ropa interior, y yo intentaría explicar sin éxito el concepto de tanga (a una mujer de su generación, de ropa interior de algodón y hasta la cintura, o sea cómoda). Ella volvería al tema de por qué ellas están corriendo y no haciendo las labores de su casa, y yo le explicaría que muchas lo hacen por ponerse luego un bikini muy justo, que es lo único que venden, y ella diría que por qué no un bañador (exabrupto), y yo le diría que eso hoy no es moderno. De ahí pasaríamos al concepto de depilación láser y hasta dónde llegan algunas y algunos con el tema y ella (exabrupto) diría cosas que no puedo reproducir por si esto lo lee gente, porque lleva muchos exabruptos y tiene que ver con su idea de que las mujeres donde mejor estaban es, básicamente, en su casa. Cierto que, volviendo al dietista, hay cosas que todavía hago como ella: hacer arroz con cualquier cosa no congelada, torrijas de verdad, garbanzos a remojo y no de bote, y lanzar un exabrupto de vez en cuando para ahorrarme psicoanálisis, echar los demonios y dejar clara mi (exabrupto) posición ante lo extraño de mi generación, a la que nos da por correr sin que nos persiga nadie, llevar ropa interior incómoda y comernos yogures con cosas que no necesitamos.

Mafalda vuelve a correr

Después de un año y pico sin correr (a ver, ehhhhh, que yo de deportista lo que Mafalda en chándal), y una larga discusión ayer con el dependiente de la sección de deportes del corte inglés, porque no hay manera de conseguir ropa de running que te cubra los riñones (¿los riñones y el culo no son del cuerpo y no pasan frío?), rogué que Madonna se pusiera un día una sudadera larga y así se pondría de moda las cosas largas y cómodas (de los bikinis hablaremos en otro momento…). Bueno pues después de todo eso, mil gracias a los consejos de mi Pilar Martínez, las plantillas de Mónica Espeleta, y el recuerdo del cariño con el que mi amigo Javi me ayudó cuando empecé, esta mañana he vuelto a trotar un poco. Me he olvidado de correr a lo «chico habitante del ejército de Esparta» (la tengo muy grande, antes morir que parar, perder es «caca», yo voy a cazar el mejor mamut y la tribu me va a aplaudir,
competircompetircompetir, objetivoobjetivo, si corro más seré más), que es un poco lo que hacía antes. Liberada de esa actitud fálico-narcisista que es un rolloooo, he pensado que todo el mundo tenemos derecho a ser torpe en algo: parar-trotar-parar-trotar, mirar los árboles, agradecer, por Dios, !ese público fiel! del cincuentón ciclista que invariablemente piropea a nosotras mujeres de cuarentay (los de cuarentay están ocupados mirando a las de treintay). Básicamente, me he dedicado a ser feliz trotando como me pedía el cuerpo, harta de objetivos y retos vitales y, sabiendo que correr no es mi superpoder (son otros, que no cuento), reivindico mi derecho a ser torpe, correr a lo chica, llevar sudaderas que me tapen el culo, por favor, que se me enfría y pararme cuando quiera. El placer no tiene reglas. En fin y sobre todo: a correr y a la vida… con humor.

Walk, Forrest, Walk

Microplaceres 6-10Todavía no puedo volver a correr, como Forrest, pero camino. Cuando dudo o me estanco en la vida, engaño a mis demonios caminando; así mi cuerpo acaba convenciendo a mi mente de que nos movemos hacia mejor puerto. Entre una zozobra y otra, árboles y pasos, anida el placer: dejarse florecer en primavera, desatarse de vida en verano, tirar la hoja y el ánimo en otoño. Hibernar entre la niebla con las ramas desnudas de todo lo malo.