Mis decálogos

#solidez

solidezEsto va para todas aquellas personas en las que uno se puede apoyar.

Para los árboles en cuyo tronco lloramos.

Para las amistades que nos dan sombra en un desierto insoportable.

La solidez no gana premios, no hay Nobel a la solidez, los influencers no hablan de ella.

Pero con el paso del tiempo yo más la busco.

Cada día yo más voy a todos esos árboles que me prestan sus hombros.

Me arrimo.

Me arrimo, busco cobijo.

Si me arrimo me dan mimo y yo les devuelvo el favor con estas palabras que canto y que rimo.

 

#serenidad

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Dos chicas guerreras me apelaron para que escribiese algo sobre la serenidad. Y porque la pierdo todos los días, la serenidad, me he convertido en una experta buscadora.
La busco cuando lloro de rabia, cuando decido luchar sólo las batallas que merecen la pena, cuando vuelo por encima de  casi todo, cuando me retiro a mi habitación interior.

Cuando nado libre en el silencio, desnuda de propósitos, a merced de las mareas del alma.

Cuando me lleno de palabras que para mí son compañía, y compañías que no son sólo palabras.

Cuando paseo y le pido a ellos, los árboles, que me den eso que pierdo tantas veces todos los días y de lo que ya soy una experta buscadora.

 

#sabiduría

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Una científica descubrió que los árboles se comunican entre sí mediante sus raíces, a través de unos hongos que transmiten información. Si queremos que un bosque perdure, debería evitarse la tala de ciertos árboles, los llamados árboles «madre», encargados del cuidado de las nuevas generaciones, de contarles lo necesario para que la comunidad sobreviva.
Tolkien y yo estábamos en lo cierto, pues: los árboles hablan.
Yo no soy científica, sino poeta, y por eso me entiendo con ellos en lengua de metáforas.
Si la vida procediera narrativamente, probablemente yo viviría en un bosque nórdico y frondoso, cerca de un lago. Pero vivo en una ciudad rodeada de desierto, así que por eso corro a la ribera del Ebro a estar con ellos, a dejarles que me traten como un árbol nuevo.

#esperanza

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Miraba la brecha en la garganta  del árbol y un golpe de atardecer lo iluminó de silencio para mí.
Algo así es la esperanza, pensé. Como si todos lleváramos de diario huequitos que llenamos con ilusión, coraje, confianza, a veces a ciegas y a oscuras.
Hemos venido a este mundo a ser felices, me cantó el árbol.
Hemos venido a este mundo a llenar huecos con luz de domingo.
Hemos venido a este mundo a bañarnos de vida, le canté yo.

Algo así es la esperanza.

Días de azul

DÍAS DE AZUL

 

Hay días en que la memoria me pide que hagamos una excursión al azul.
Le cojo de la mano y paseamos minutos de mar.
Tumbamos al sol cualquier pena.
Nos embarramos de calma.
Pasamos el rato queriendo, como si en el horizonte no hubiese nada más que barcos con muchas ganas de amar.
A veces soy yo la que llamo a mi memoria. «Estoy triste», le digo.

Ella ríe, ensilla el tiempo y cabalgamos juntas todos esos momentos llenos de azul.